jueves, 13 de noviembre de 2008

Otro articulo de la Revista literaria Macanaz entre 1952 y 1953

Casa de Don Melchor de Macanaz ,debido este ilustre hellinero, le otorgaron el nombre a la revista y a una de nuestras calles (foto del autor)
La maiestas cesarea en el Quijote / Francisco Maldonado de Guevara.-- Madrid: (Talls. Gráficos Montaña), 1948. 103 p.

Código BNP: 868.324/Z4M1 , fotografia de la portada de su libro(foto archivo del autor)


Mirando en mí viejo archivo encontré este escrito en la Revista Literaria Macanaz aparece este artículo de Por Francisco MALDONADO DE GUEVARA Catedrático de la Universidad de Madrid.
Dicho artículo es el siguiente que hace mención a esta Revista, a día de hoy a mucha gente nos gustaría que hubiese otra obra literaria como esta joya que tuvimos en 1952 al 1953, solo los hellineros pudieron tenerla un año, la verdad una lastima, esta Revista es una de las tantas cosas que esta ciudad a perdido con el paso del tiempo.
Hoy quedan poquísimas personas que nos interesemos por el encanto de la historia de esta primero villa y más tarde ciudad, como he dicho una pena, pues cada lugar encierra por así decirlo un encanto especial no solo histórico, el artículo que verán lo trascribí tal y como aparece a continuación comienza así:
"La empresa bibliográfica de Macanaz”
Introducción a las "Memorias para la historia desde la muerte del Señor Don Carlos II hasta el año de 1711 por Don Melchor de Macanaz"
La empresa bibliográfica de MACANAZ pasa desapercibida en la rotación y el volumen ingente de su obra total. Siendo, como es desconocida, todavía es, en sí, tan considerable que bastará a exigir y mantener la fama de un bibliógrafo auténtico y consumado. Aparte de las indicaciones bibliográficas derramadas con profusión, sin formar cuerpo sistemático, por todos los escritos de MACANAZ, la labor técnica a que nos referimos está contraída a los once tomos de las "Memorias para la historias", que van desde el año de 1700 hasta el de 1711. En ellos la bibliografía corresponde a cada tomo y año, llenando el contenido de los últimos capítulos. Se trata, pues, de un cuerpo de bibliografía política de los once primeros años del siglo XVIII.
La publicación de esos once tomos sería hoy obra de largos alcances y de arduo empeño, y, sobre todo, costosísima. Don Joaquín MALDONADO MACANAZ, mi tío biógrafo de don Melchor, siendo miembro de la Real Academia de la Historia, no consiguió de ella la publicación de las ramosas memorias. No obstante, es muy hacedero el publicar en un volumen todos los capítulos específicamente bibliográficos. De lo que esta publicación sería, queremos dar aquí, en extracto, una breve muestra. Para ello hemos escogido de las reseñas bibliográficas y críticas de algunas de las obras aparecidas en Europa por los años de 1701 a 1703. Bien se ve que todas ellas eran pasto de la curiosidad insaciable de nuestro autor y de su dominio de los principales idiomas cultos de Occidente. Conocía en efecto, el alemán y el ingles, y escribía y hablaba, aparte del español, el latín, el francés y el flamenco. Caso portentoso en la España, no ya del suyo, sino de todos los tiempos.
El estilo y el hábito critico-bibliográfico que contemplamos tanto en MACANAZ como en FEIJOO procede del instaurado en Francia por los Padres Jesuítas de Trévoux. Famosas fueron, durante todo el siglo XVIII, el Journal o las Memoires de Trévoux, repertorio critico y literario, creado por los jesuítas citados para combatir la "escuela filosófica", es decir, el filosofismo propio de la ilustración francesa y, en general el nuevo humanismo de la Enciclopedia. Las Memorias de Trévoux perduraron, con admirable tesón, desde 1701 hasta 1762, época de la supresión de la Compañía de Jesús, y-caso para mí difícil de explicar-hasta 1775. Es decir, durante tres cuartos de siglo, llegando casi a los aledaños de la Revolución.
Carecen las Memoires del rigor técnico y de la concisión de la moderna ciencia bibliográfica, y es que, realmente, representan mucho más que lo que cabe en el marco de un esquematismo bibliográfico. Su carácter es, ante todo, crítico-literario, tal como lo requería la lucha de los estilos, la feroz lucha en la cultura y en la economía entablada por el siglo de la Ilustración.
Este mismo carácter tienen las reseñas de MACANAZ cuanto a la forma. Por lo que se refiere al material, es eminentemente histórico-político, como cuadra a una personalidad devota con toda el alma, y por una vida dilatadísima, a la política y a la historia. Por lo que se refiere al contenido de ideas y sentimientos, en MACANAZ se transparenta el influjo de las nuevas ideas, en cuanto eran compatibles con la fe católica y con los destinos históricos de su pueblo. Es en el tiempo el primer reformista de España y el más constante de todos. En sus reseñas bibliográficas, aun las obras teológicas y literarias, artísticas y heráldicas, de devoción o de entretenimiento, captadas por su curiosidad y por su sensibilidad, todas ellas presentan alguna interferencia histórica, política, geográfica o militar.
Hace no muchos días publiqué en una revista de Valencia (revista valenciana de Filología, tomo I, fascículo 2.º) un artículo que, por lo que se refiere a MACANAZ, constituía un ensordecido momento. Recordaba algo olvidado con demasiada ligereza, a saber, que fue el fundador de la Biblioteca Nacional, creada, según propia confesión, "para el público", es decir, en beneficio del pueblo, y creada junto a desmesurados proyectos de imprenta nacional y de publicaciones de gran alcance cultural. Me limitaba a copiar una cláusula de su testamento político, escrita con orgullo y satisfacción (1).
Hoy quiero terminar estas breves líneas con una excursión ajena al tema principal, provocada por una actualidad pungente que, por cierto, es también bien de carácter político.
Melchor de MACANAZ es el gran precursor de los intentos pacíficos de restitución de Gibraltar a España. Su patriotismo lo impulsó a esta generosa empresa, con tal ardor y, tal vez, con tal imprudencia, que llegó a convertir el eje que regía el curso de su vida política hacia un tétrico horizonte de persecución y de desgracia. Fue en efecto, su celo patriótico lo que, con ocasión de Gibraltar, le hizo caer en desgracia con la Corte, quedando para siempre detenida su carrera política.
En el Congreso de Breda, donde representaba a la Corte de Madrid, entró en negociaciones privadas con Lord SANDWICH, plenipotenciario inglés en la misma asamblea, para lograr la restitución a España de Gibraltar y de Menorca.
Los intereses de MACANAZ eran los eternos de su patria; pero estaban en pugna con los de la Corte de Versalles, seguida sumisamente por la de Madrid. A MACANAZ le fueron retirados los poderes plenos que le acreditaban en el Congreso, y sobro la "cuestión palpitante" se hizo un silencio sólo interrumpido en estos nuestros días de nuestra dura existencia. El silencio de MACANAZ fue, el de las prisiones de San Antón de La Coruña, donde, a consecuencia de su desaforada aventura, estuvo recluido los doce últimos años de su vida. Carlos III, que realmente fue su discípulo en la hacienda y en la enseñanza, le sacó de Ia prisión. Noventa años tenía al salir a la luz, al mirar al sol que no pudo ya ver, porque cegó fulminantemente. Y, como otro Rey Lear, entre los reverberos del último sol interior y la nostalgia de la patria chica, emprendió desde La Coruña el dilatado viaje que había de coronar en el nido do su nacimiento y de su muerte. Al llegar a Hellín murió sin poder alcanzar el nacimiento del nieto que había de decir también una palabra importante en la historia de España.
En el asunto de Gibraltar radica la gran hazaña y la gran contradicción de MACANAZ, en que quedaron fundidos su patriotismo y su locura: una locura engendrada por el imposible que le ponía delante de los ojos el amor infinito a la patria temporal y eterna.
"Cuando surge la contradicción de que el orden universal haya de establecerse mediante la realización de la ley del corazón, entonces surge una locura" (Hegel, Fenomenología del Espíritu). En estas palabras del gran filósofo, queda definida Ia locura de don Quijote y la locura de MACANAZ. Sustitúyanse la palabra "orden universal", impropio de un político, por estas otras, mis adecuadas a su talante y a su talento, de "orden de Europa" y veremos cómo un filosofema es también aplicable a una situación anímico política. Hoy, más que en los tiempos de nuestro autor, es postulable la posibilidad de que el orden de Europa traiga de modo necesitativo, y no sólo intuitivo y cordial, lo que MACANAZ anhelaba con tesón y con sacrificio. Entonces, al amor de las llares del hogar e invocando con reverencia los manes de MACANAZ, podremos celebrar el triunfo -también quijotesco-de la disolución de la locura, es decir, de la cura de la locura: podremos contemplar cómo quedan remontadas no a lo intemporal, sino a lo temporal, en los senos del futuro las mismas tensiones que nutren la contradicción y la paradoja.
(1) Nada en la Biblioteca Nacional recuerda el nombre de su fundador

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