lunes, 1 de septiembre de 2008

"A las mujeres hellineras....homenaje"

Hace bastante tiempo que vengo con la idea de hacer una crónica dedicado a las mujeres de Hellín. En realidad tendrían que ser varios, ya que son muchas, por no decir todas, las que merecen una mención especial, pues el sólo hecho de ser hellineras ya es suficiente.
La fama de ser mujeres guapas ya hace años que traspasó nuestras fronteras, y su belleza y gracia han sido cantadas por poetas locales y foráneos. Un cariñoso recuerdo a Gustavo Adolfo Bécquer cantando a su amada Elisa. Todos los poetas de nuestra tierra las han cantado con gracia y galanura. Sólo cito a uno, sin duda el más desconocido, Joaquín L. Mateos, quien el 18 de Febrero de 1.934, publicaba en el semanario “Vida Hellinera” su “Canto a la virtud de la mujer Hellinera”, que comenzaba así:

“Muchas mujeres traté en lo poco que he vivido,
como la mujer de Hellín ¡cuán pocas he conocido!
Guapitas, cantaros una oda yo quisiera,
mas mi pluma tan torpe, no pudiera
plasmar tantos encantos y virtudes
que tienen las mujeres de esta tierra.”

Y continúa su largo poema desgranando encantos y virtudes de las mujeres de nuestro pueblo.


La mujer hellinera siempre a deslumbrado por su peculiar belleza ( foto La Portalí)


Hecho este pequeño preámbulo, inicio mi recorrido con una que conocí desde muy niño, y es, nada más y nada menos, que la Amor Jiménez,“Amor, la Planchadora”, casada con Juan Sánchez, conocido como “Juan el de la Amor”, madre de Encarnación “La Nena” y de Juan “Braguillas”. Prima de Diego y Amado Jiménez, los de "La Gracia", compaginaba su oficio de planchadora, entonces no habían planchas eléctricas, con el de ama de casa.

Casi del mismo oficio era Lola Córcoles “La Lola de Botica”, con su tintorería en la calle Cassola y luego en su domicilio en la “Cuesta de la Cárcel”, casada con Aclepeodoto Adinópolis, también supo compaginar sus labores de ama de casa, y ahí están sus hijos Ángel, Juan, Acle y Charo.

Rafaela Tomás Ibáñez, en el “Callejón del Cautivo” que, como buena comadrona, entonces se les llamaba parteras, ayudó a nacer a muchos de nosotros y a gran parte de nuestros padres.

Y, puestos en el oficio, tengo que nombrar a mi amiga Rafaela Jávega, a la que me agrada ver aún caminar por las calles de Hellín, que ayudó a nacer a todos mis hijos. Además de su oficio de comadrona y practicante ha tenido el honor, durante muchos años, de ser Camarera de la Virgen de la Cruz.

Como practicante, la famosa Anita Cánovas, tía de los pescateros, que adquirió, y allí vivió, la casa de los Izquierdo, en la Cuesta de los Caños.

Cuánto siento no haber conocido a Doña Matilde Izquierdo Ruiz, una auténtica hellinera con coraje, verdadera amante de Hellín y de sus gentes que, con gran generosidad, dejó sus bienes para los más necesitados de nuestro pueblo. Hoy la fundación que lleva su nombre da vida y alegría a un puñado de jóvenes con minusvalía, a los que todos queremos, y que se van reinsertando en nuestra sociedad.

No le va a la zaga otra gran mujer, aunque pequeña de estatura, a quien yo conocí ya en su ancianidad. Doña Remedios Marín Rodríguez de Vera, que supo dar fiel cumplimiento a los deseos de su tío Don Javier, trayendo a nuestra ciudad a los Religiosos Terciarios Capuchinos y, treinta años antes, junto con su hermana Piedad, a las Religiosas de la Compañía de María. Eran sus deseos que los hijos de Hellín tuvieran una educación cristiana. Su mayor orgullo fue el ser Camarera de la Virgen del Rosario durante más de medio siglo.

Un recuerdo especial me trae a la memoria aquella preciosa estampa de Doña Pilar Velasco Ortuño, viuda de Don Juan Martínez Parras, ataviada con mantilla y teja, en la noche de Viernes Santo, en la procesión del Entierro, acompañada de sus hijas Pilar, Matilde, Rafaela y Consuelo, mientras sus hijos Juan Antonio y Elías sacaban a la Verónica. Pasión por nuestra Semana Santa.

Las ha habido también que se gloriaban de llevar el nombre de Hellín más allá de nuestras fronteras, como era Rosario Losada Jávega que, no sólo en Barcelona, sino hasta en Canadá, pregonó su origen desde su cátedra literaria.

Recuerdo una anécdota que me contaba Don Jacobo Serra, mi maestro, de sus tiempos de estudiante, cuando en las tardes de primavera, en Madrid, se concentraban en la calle de Alcalá para ver el desfile de las jóvenes en sus calesas. Pues bien, me contaba que sobre todas destacaban las hijas de Don Tesifonte Gallego. Esto me lo corroboraba, años más tarde, Doña Basilisa Gallego Falcón, sólo que, por modestia, decía que Don Jacobo lo exageraba.

Las hijas de Don Antonio Gotor, Victoria y Adela, aún viviendo en Albacete, nunca renunciaron a su hellinerismo y recordaban con orgullo el apellido Perier que les dio su madre. No en vano, la inteligente y finísima Victoria quiso pasar sus últimos años en nuestro pueblo, en la calle que honra el apellido de sus mayores.

Y ya en la línea de la docencia, viene a mi memoria Amparo Precioso del Olmo como profesora de Corte y Confección en la Escuela de Artes y Oficios, junto a Milagros Muñoz López, y Matilde Llamas Contreras, con sus clases de cultura general, lo que me recuerda muchas canciones y nombres de aquella época.

Anita Sánchez, María Marín y Mercedes Herrera, que dieron fama a sus colegios. Y no, por ser más humildes, dejaron de tener fama, la “Maestra Perica”, en la calle Silvela, o las “Maestras de Elche”, Luz y Eloisa, en la calle Roche. Ni las escuelas de la Madre Socorro, en los “Cuatro Caminos”, y la Madre Parras, en la calle de las Eras.

También hubo extranjeras que les gustó Hellín y aquí sentaron cátedra, como el caso de Doña Adriana “La Francesa”, extraordinaria profesora de piano, con su hija Augusta, cajera en la tienda de los Graells.

Y cierro esta breve reseña de las mujeres dedicadas a la enseñanza con un recuerdo especial para mi tía política Maruja Tomás Tomás, con su academia en la calle Alfonso XII (hoy Justo Millán), frente a la “Panificadora”. Sus intervenciones en Radio Hellín, junto con Octavio Tomás, hicieron célebres los diálogos de “Tía Anica y Tío Chanchero”, que escribía su tío Don Alejandro Tomás.

Pero también en la gente más llana y sencilla encontramos a mujeres que en sus distintos oficios dieron vida y colorido a nuestro pueblo.

Josefa del Pueblo Tenés “La Pepelita” con su famosa peluquería, junto con “La Escribana”, marcaban la pauta en las modas de los peinados. A ellas se unía, aunque en menor escala, Teófila González Alba “La Pertiguista”, en la Plaza Nueva.

A estas profesionales, con sus establecimientos, se unían las domiciliarias, conocidas con el nombre de “peinadoras”. Con su clientela bien definida, se recorrían todo el pueblo peinando a las amas de casa en sus mismos domicilios. Eran numerosas, Como ejemplo, Lucrecia –casada con “Marconi”-; Matilde Jiménez “La Juanginesa”-casada con “El Negrete”-; Manolica “La del Castillo”; “La Pañerita”…

Empresarias de distintas industrias y comercios las hubo con verdadero temple: Manuela Jiménez ,viuda de Ismael Fernández, mantuvo su comercio en el Rabal, con buen número de empleados, hasta que se hizo cargo su hijo “Manolico el de Ismael”.
Caso muy similar es el de Resurrección Roche, viuda de David, también con su comercio de tejidos en la calle Benito Toboso, junto a la sastrería de los hermanos Ruiz “Narices”.

Josefa Lifante “Pepa la de los Cofines”, con su gran industria espartera en el Barrio del Calvario. Vinculada estrechamente con las Religiosas Misioneras de la Caridad, y de manera especial con la Madre María Luisa, a su llegada a Hellín.

Las hijas de Fino Segura, Trini y Josefa, con sus respectivas zapaterías en pleno Rabal. Josefa también tenía comercio de zapatillas en su domicilio de la calle del Arco, junto a la Portalí. Allí comencé mi andadura con el piano, de la mano de su esposo Fernando Valera Muñoz, organista en La Asunción.

Angustias, con sus máquinas de coser en la calle Cassola, frente a la casa de los Serra. Aurelia, con su fábrica de gaseosas y sifones, en la calle Benito Toboso, que luego se casaría con Pedro “El Jumillano”.

Antonia Griñán, viuda de Espinosa, con su estanco en la calle Soledad, el famoso “Estanco de la Teresica”, que luego seguirían sus hijos Cristóbal y Geromo, el famoso “Gespi”.

Otra estanquera, Lola Oliva “La Vizca”, con su estanco en la calle de las Eras, que, a su vez, trabajaba en la Administración de la Tabacalera, cuya titular era Caridad Sáez.

Si seguimos con las tiendas de comestibles, serían muy numerosas, pero sólo citaré a Rosario Jiménez “Rosarico la Chafarota”, en la calle Bernales, junto a la “Peana de Cañamón”. Cuando cerró la tienda, le compré los “aperos” de matanza.

María “la de Báidez”, en la calle Silvela, con sus hijas Pura y Maruja, casada con Witiza Marín. Le ayudaba su hermana, la “Chacha Pura”.

Lola “la de Arteaga”, con su panadería, en la calle San Juan.

Corazón Oliva, con su horno en “La Portalí”, que tenía de vecino a su hermano “Don Andrés”, cuya esposa, “La Jerónima” tenía una pequeña tienda al principio de la calle Perier.

El horno de “La Bella”, en la calle Asunción, frente a la Cuesta de la Cárcel.

El horno de la Ana María, la madre de “Cazuela”, primero en la calle Falcón, y luego en la calle del Siete, confrontando con la calle de Eras. El horno de “La Collás”, en el Pozo de los Perros, que hacía también dulces caseros, muy buenos y acreditados. Muy posterior fue el horno y tienda de “La Juanela” en el Calvario.

Magdalena Andujar Bañón “la Bañona”, con su exquisitas empanadas y repostería casera, en la Cuesta de los Caños”.

Si tocamos la sección de carnicerías, tenemos a “La Abuelita”, la de Vacas; Francisca Martínez, hermana del “Curro”; la Serafina, casada con “El Soldao”, que junto con “Las Damianas”, hacían muy apreciados embutidos.

Pero había una cuya especialidad eran las morcillas, Milagros “La Morcillera”, en la calle San Jerónimo, cuya especialidad seguiría su hija Concha. Vivían junto a la casa de Sacramentos, la hermana de Augusto, que tenía casa de huéspedes.

En las pescaderías, Floripe Andujar y su hermana Tomasa, sin olvidar más recientes a “Isabelota” y “Leles”.

La Concha “La Caracolera” y la “Roja de los Plátanos”, junto a “La Foña” con su churrería, daban su colorido antes de entrar al Mercado Municipal.

Las “Valencianas” con su bar y casa de comidas daban vida a la Plaza de Santa Ana, junto a la parada de los coches de Perea y “La Requenense”.

Como tasca acreditada y bien ganada fama estaba la de Dolores Martínez Salinas “La Macabea”, en la calle Silvela, con sus típicos michirones y caracoles.

Cito aquí a tres hermanas andaluzas, Leovigilda, Julia y Fina Herrera de Vargas, que vinieron a Hellín para regentar el centro telefónico, por lo que les llamaban “Las Telefonistas”. Nacidas en Nerva, en la provincia de Huelva, vinieron a Hellin y aquí reposan. Les gustó el pueblo.

Las modistas eran también muy numerosas, y como muestra ahí tenemos a Clotilde “La Perla”, en la calle Asunción; muy cerquita, en la calle Salvador, Angelica y hermanas, “Las Ranas”; poco más abajo, en la calle Santa Clara, Ángeles Oliver, hija del “Salero”; en la Portalí, “La Polaca” y “La Huevera”; en la calle Silvela, mi chacha Juana; todas de fina aguja y buen gusto.

Camiseras, también abundaban, ya que en aquellas fechas no se vendían camisas confeccionadas. Como muestras: Lázara Franco Millán, junto al torreón del Castillo; las hermanas Martínez, cariñosamente conocidas como “Las Tortolicas”, en el Plantonar; y Paca “La Morena”, hermana de “Pelleja”, cabe la Ermita del Rosario.

Como bordadoras, Clara García, en la calle Benito Toboso, y las hermanas Hernández Cañavate, en la calle Cassola, junto a la Angustias, con un afectuoso recuerdo especial para Rafaela, que se nos fue.

En el capítulo de sastras, mi memoria para las hermanas Arcas Morales, en la calle Falcón, y para la “Morena”, en la sastrería del Maestro Ochando.

Sombreras, que también las hubo, Lourdes y Juana María Báidez,“Las Josefonas”, en la calle de las Eras, y Teresa Claramonte “La Gorrera”, en la calle Benito Toboso, madre de mi buen amigo Juan Marín.

Alpargateras, Encarnación López, madre del sacerdote Don Manuel Martínez López, para sus amigos “Manolico”; y Consuelo Morales “La Monaguilla”, cuyo oficio compaginaba con el de cantora.

Dependientas: conocí a muchísimas, pero me quedo con Maravillas Rubio “La Mariposa”, en la confitería de “La Elisa”; Ángeles Sánchez Lorenzo “Angelica la del Chimo”, en el estanco del Rabal, después le sucedería Paca Pérez, hija de Pepe “El Tonelero”, franciscana cien por cien. Trini Alonso, cajera con su hermano, en la tienda de la calle Benito Toboso. Catequista y valiosa colaboradora en la Parroquia de La Asunción.

Funcionarias: Nati Gómez Alcázar y Ascensión Valverde Martínez, en Sindicatos; y Sole Marín “La Generosa” y Angelita López “Surroca” en el Ayuntamiento.

Me falta el grupo más numeroso de mujeres trabajadoras, que dieron vida a la industria de Hellín. Las “Picaoras” de esparto, en las fábricas de picar esparto, o mejor dicho “Los Mazos”. No cito nombres, porque todas son merecedoras del mayor elogio. Trabajaban en condiciones infrahumanas. Con un ruido ensordecedor; con el inminente peligro de quedarse manca y con un polvo que invadía los pulmones y todo el cuerpo. Creo que bien han merecido un monumento en Hellín.

En el epígrafe de benefactoras, me permito recordar a Cristina Fernández Culebras, con sus cestas llenas de comida llevándolas a los pobres de “Las Cuevas” en los años del hambre; Elvira Ladrón de Guevara, manteniendo casi a sus expensas el convento de los franciscanos; Aurora Millán Villote, también colaboradora insigne en la reconstrucción del Convento y en la Parroquia de La Asunción; Anita Guirado Guirado, promotora de la construcción del Seminario Menor Diocesano, hoy colegio y residencia de discapacitados; destacan entre otras muchas buenas y caritativas hellineras.

Y así llegamos a la mujer hellinera como ama de casa, sin olvidar que gran parte de las nombradas también lo eran, compartiendo su trabajo, como era el caso de mi suegra, Soledad García Gallar “La Cortesa”, con su horno del “Cinto” y sus nueve hijos.

¿A cuántas amas de casa tendría que nombrar? Que no se moleste nadie, pero sólo citaré a unas cuantas que, para mí, bien pueden representar a todas las del pueblo: Dolores Garaulet Sequero, casada con el médico Don José Tomás “Campaña”; Pura Martínez “La del Agua Buena” casada con Don Rafael Ladrón de Guevara; Encarnación Rodríguez –sobrina del sacerdote Don Ramón Torres- y casada con Javier Cabezuelos; Manuela Jiménez, casada con Amaro Olivares; Josefa Tomás Serra, esposa de don Juan Andujar Balsalobre; Esperanza Moreno, casada con Manuel Martínez “El Chori”; Dolores Alcázar, casada con Ignacio Valcárcel; Consuelo, casada con “Paco Palencia”, Inocencia Zornoza, casada con Antonio Molina “El de la Cal”; Valeria, madre de “Los Funes”…

Antes de cerrar este sencillo articulo mi recuerdo para dos auténticas hellineras que derrochaban simpatía y alegría: Aurelia Catalán y Concha Serrano.
Y mi saludo especial para la Madre de todos los hellineros, nuestra Virgencica del Rosario, que durante siglos ha velado por sus hijos, como espero que siga haciéndolo por muchos más.

1 comentario:

Pilar Ortiz dijo...

Me ha hecho mucha ilusión encontrar aquí a mi tía, bueno era tía abuela, Corazón Oliva, tan queridísima por todos los sobrinos y sobrinos nietos, para todos siempre fué "la tía Corazón" y siempre la recordamos, hasta los primos más pequeños.
Gracias