martes, 11 de noviembre de 2008

Hellineros que han echo historia :Cristobal Lozano

Fotografía de la portada del libro que escribío nuestro paisano Cristobal Lozano , hoy el que fuera el institito Laboral lleva su nombre y tambien la calle en donde se encuentra la otra entrada( Foto archivo del autor)

Cristóbal Lozano fue el cuarto hijo de los seis que tuvieron Gaspar Lozano y de la Fuente, un modesto carpitero (aunque algunos dicen que alfarero) y Ana Sánchez y López; aunque trabajó en su mocedad como carpintero, su talento promovió la protección de importantes eclesiásticos, que le enviaron a estudiar a Alcalá de Henares hacia 1630, aunque su nombre no figura en los libros de matrículas de la Universidad; allí se despertó su vocación literaria, pues al enamorarse de una tal doña Serafina la recordó en algunas de las novelas cortas escritas ya entonces como estudiante, a las que puso el título más tarde de Serafinas. En 1634 estaba de nuevo en Hellín, recién graduado. Se ordenó sacerdote y entre 1635 y 1636 vivió en Valencia. En 1638 era párroco de la iglesia de San Salvador en Lagartera (Toledo). En 1639 se doctoró en Teología en Alcalá. Fue cura ecónomo y vicario de Hellín (1641), así como "comisario de la Santa Cruzada de la villa de Hellín y su partido". Promotor fiscal de la Cámara Apostólica de Murcia entre 1646 y 1650, residió varios años en Madrid y fue también comisario de la Inquisición y capellán de los Reyes Nuevos de Toledo (1663), como su amigo Pedro Calderón de la Barca, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1667. Sus restos serían llevados a Hellín en 1669 y fueron enterrados en la capilla de San Pascual de su Convento de San Francisco.
Viajó mucho por toda España: estuvo en Madrid, Ávila, Guadalupe, Linares, Córdoba, Sevilla... Poseía una cultura poco común, y dominaba el latín, el francés y el italiano. Fue muy amigo además de Juan Pérez de Montalbán y fray Diego Niseno.
Algunas de sus obras circularon a nombre de su sobrino, Gaspar Lozano Montesinos (Hellín, 1640), también gran escritor y que terminó muy dignamente algunas partes de las obras de su tío que había dejado inconclusas a su muerte; así lo indicó honestamente al reimprimir gran parte de ellas a nombre de su verdadero autor tras su fallecimiento.

Fue un autor muy popular, leído y admirado en toda época; sus obras se reimprimieron continuamente hasta el mismo siglo XIX, en que los escritores del Romanticismo utilizaron con fruto muchos de sus argumentos y leyendas, como por ejemplo José de Espronceda, que tomo el estudiante Lisardo de sus Soledades de la vida y desengaños del mundo (Madrid, 1658) para el don Félix de Montemar de su El estudiante de Salamanca.
Poseía un estilo castizo y sin afectaciones, algo bastante raro para la época del Conceptismo y del Culteranismo y que denotaba un juicio maduro y ajeno a las modas; otro de sus rasgos novedosos es el temperamento prerromántico de sus historias; Lozano sentía una gran atracción por las leyendas tradicionales o históricas y le atrae especialmente lo macabro, aunque no cede en su propósito moralizador; su imaginación se beneficiaba además de sus extensas lecturas. Aunque sus obras se buscaban e imprimían con celo, lo cierto es que existen solamente los títulos de algunas que no han llegado hasta nosotros: El buen Pastor, 1641, una especie de manual sobre la enseñanza moral del sacerdote; las Flores sacramentorum (Valencia, ¿1635?), recopilación de sentencias, y el Marial, una serie de discursos sobre la madre de Cristo.
Escribió sogbre todo colecciones de novelas y más ocasionalmente poesía y teatro. Destacó sobre todo como novelista, con sus colecciones David penitente (1652), la celebérrima David perseguido, de la que sacó tres partes (Madrid, 1652 a 1661); El gran hijo de David más perseguido (tres partes, 1633 a 1673); Reyes Nuevos de Toledo (1667), una serie de biografías de los monarcas enterrados en la Capilla de los Reyes Nuevos y de leyendas históricas vinculadas a ellos; Soledades de la vida y desengaños del mundo (Madrid, 1658, una miscelánea aparecida a nombre de un sobrino suyo, Gaspar Lozano Montesinos, quien tras su muerte volvió a publicar esta y otras obras ya con el genuino nombre del autor al frente) y Las Serafinas (1672). Persecuciones de Lucinda (¿1636?) es una novela extensa.
En cuanto a su poesía, escribió versos tanto religiosos como profanos. Entre las religiosas están su Paráfrasis de los Salmos de David, incluida en su David perseguido, y entre las profanas gran número de romances, silvas, sonetos y canciones, incluidas muchas de ellas en su obra en prosa.
Entre sus obras teatrales, lo menos interesante de su producción, muy influidas por Lope de Vega y Juan Pérez de Montalbán y que no llegaron al parecer a los escenarios de la época, cabe mencionar las comedias Los amantes portugueses y querer hasta morir; En mujer, venganza honrosa; El estudiante de día y galán de noche, prohibida por la Inquisición; Herodes Ascalonita y la hermosa Marienna y Los trabajos de David y finezas de Micol. Estas obras figuran en la primera edición de las Soledades. También escribió el auto sacramental Los pastores de Belén.
Sirvió de enlace entre la época clásica y la moderna al recoger historias y leyendas populares que más tarde retomaría la literatura romántica, pese a haber sufrido los ataques de algunos escritores neoclásicos, entre ellos Leandro Fernández de Moratín y Alberto Lista, más que nada por su extraordinaria popularidad y su carácter prerromántico. Sus obras son una mina de variadísimas anécdotas, historias y ejemplos que constituyen una verdadera antología del cuento universal. De esta cantera se aprovecharon los españoles José Zorrilla, Juan Eugenio Hartzenbusch, Antonio García Gutiérrez, José de Espronceda, Gustavo Adolfo Bécquer, y los extranjeros Prosper Merimée, Joseph Addison, Vittorio Alfieri, Maurice Maeterlinck, Anatole France, Gustave Flaubert, Voltaire, Lezzani...

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