lunes, 10 de noviembre de 2008

La tradición del Día de la Cruz.Por José Antonio Iniesta



Dos imagenes cedidas por un visitante de este blog ,el cual no quiere que se le nombre


Si hay algo que siempre nos gusta es el origen de nuestra tradiciones,leyendas, fiestas y un sin fin de cosas más el Escritor José Antonio Iniesta nos relata en este escrito la tradición del Día de la Cruz.
Como otro de sus tantas investigaciones referentes a su ciudad, este es el articulo en cuestión:

La tradición del Día de la Cruz.

José Antonio Iniesta.

El Día de la Cruz se celebra como fiesta local el 3 de mayo y tiene dos manifestaciones principales. Por una parte consiste en "irse de merienda" masivamente, hasta el extremo de que en este día Hellín se queda prácticamente desierto. Los hellineros abandonan la ciudad para pasar el día en el campo, disfrutando de la naturaleza y comiendo y bebiendo agradablemente con amigos y familiares. Por ello es más que natural ver a miles de personas desplazándose de las más variadas formas: por medio de camiones, coches, motos, bicicletas e incluso andando, extendiéndose por toda la geografía de la comarca: montañas, pantanos, ríos, las típicas "casicas", etc...

La otra manifestación popular característica de este día es la elaboración de cruces artesanales que son portadas por los niños. Desde antiguo es costumbre que los más pequeños construyan unas cruces que luego llevan en andas, como si de un paso de Semana Santa en miniatura se tratara, a la vez que van pidiendo unas propinas a cuantas personas encuentran a su paso. Los diseños de las cruces son muy diversos, aunque es imprescindible el adorno de las flores.

El elemento floral es consustancial a la cruz de madera. Tanto el hecho de la salida al campo como el adorno con flores de las cruces nos pone de manifiesto una tradición en la que el símbolo fundamental es la exaltación de la primavera, precisamente en el mes de las flores, que nos remonta sin duda a creencias ancestrales en las que se refleja el culto a la Madre Tierra, su renovación anual, el contacto íntimo entre el hombre, la naturaleza y sus frutos. El hecho de que lo llamemos el Día de la Cruz y que sean precisamente cruces las obras de artesanía que realizan y portan los niños, siempre los niños, evidencia el sentido en cierta medida religioso que se mezcla con la festividad y el rito de la antigüedad, en una curiosa fusión que le concede la gran riqueza con la que se manifiesta. La leyenda pretende interpretar la importancia de la cruz en estas fechas. La tradición popular nos recuerda que un hecho milagroso salvó a Hellín de que una plaga de langostas arrasara sus cultivos a mediados del siglo XVIII, lo que originó que se edificara la Ermita de la Cruz de la Langosta en el lugar donde ésta fue detenida y por lo tanto como agradecimiento a Dios por el milagro.

Según explica Antonio Losada, el referido milagro se produjo gracias a la intervención de Sor María de la Cruz Baeza, natural de Belmonte (Cuenca), donde nació el 5 de abril de 1684, que se encontraba en el Convento de las Monjas Claras. Temerosos los hellineros de ver arruinadas sus cosechas acudieron a la religiosa, quien les entregó una cruz para que la pusieran en el lugar por ella indicado. Una muchedumbre esperanzada se encaminó por el camino de las Columnas hacia el Calvario, situando la cruz en el lugar que se les había dicho, y ésta detuvo la plaga sin que hiciera mal alguno en las tierras hellineras. El milagro, que se produjo a mediados del siglo XVIII, se anunció con volteo de campanas desde todas las iglesias y ermitas, edificándose en acción de gracias la ermita de la Cruz de la Langosta, de la que ahora tan sólo quedan las ruinas. Con posterioridad se utilizó en 1885 como lazareto, debido a una epidemia de cólera, produciéndose una nueva plaga de langosta. Creyendo los hellineros que era un castigo por haber hecho mal uso del enclave sagrado, la desalojaron y automáticamente desapareció la plaga, lo que aún reafirmó más a éstos en la creencia del milagro. Un posible origen de celebración de ritos de fertilidad y el milagro citado pudieron confluir a la hora de originar una de las fiestas más arraigadas entre los hellineros, como es el Día de la Cruz.

El carácter milagroso de Sor María de la Cruz Baeza se hace todavía más evidente al conocer que fue protagonista del milagro de la Virgen de la Pera, en la Iglesia de la Asunción. De forma accidental, camino de Cehegín, llega a Hellín. La incurable enfermedad que deformó su cuerpo no le impidió tomar el hábito de la Tercera Orden Franciscana, eligiendo el nombre de María del Niño Jesús, aunque aparece inscrita como María de la Cruz. Así es cómo ingresa en el Monasterio de Santa Clara, donde realiza numerosas curaciones. En la Iglesia Arciprestal de Hellín tuvo lugar el siguiente milagro, según nos cuenta Emiliano en "El baúl de los recuerdos": "...su primera visión, antes de entrar en el Monasterio, la tuvo en el templo arciprestal de Hellín, ante la imagen de la Virgen de la Pera, que presidía el retablo mayor. Al suplicarle protección, vio cómo la sagrada imagen le volvía sonriente los ojos y le dio a su divino Niño, para que lo tuviese en sus brazos y la consolase. Sus elevaciones del suelo eran frecuentísimas, así como sus momentos extáticos. En una ocasión llegó a estar once días seguidos en estado de éxtasis, apreciándosele sólo la respiración y el pulso. En ese estado llegaron los médicos incluso a sangrarla, y su sangre -dicen- brotó como de una persona sana y robusta".

Con el tiempo la zona de expansión de la salida durante el Día de la Cruz se ha ido haciendo mucho más amplia, con viajes a larga distancia propiciados por los puentes de los distintos días festivos, aunque no ha desaparecido el verdadero sentido de la tradición, que es disfrutar plenamente de la naturaleza, en los rincones que se han conocido desde niño. Es imprescindible en la comida campestre un producto típico tan hellinero como es el aguamiel. Se elabora cortando rodajas de calabaza que se introducen en un recipiente en el que previamente se ha disuelto cal viva, para darle dureza y consistencia. Posteriormente la calabaza ha de limpiarse completamente en agua y una vez que ha perdido todo el líquido se cuece durante varias horas en azúcar tostada con unas cortezas de naranja. El producto es un delicioso dulce que agradece el paladar durante todo el día de estancia en los más diversos parajes de la comarca.

Vivir esta tradición en el seno de la naturaleza es disfrutar del verdadero sabor de la tradición, que hemos de transmitir a las generaciones futuras.

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