lunes, 2 de marzo de 2009

Anotaciones para la historia de la Semana Santa








I

Origen del Calvario

Nuestro Calvario, en el que se contempla en la mañana del Viernes Santo el espectáculo más hermoso que celebra nuestro pueblo y cuya belleza no ha sido aún descrita fielmente por escritor o poeta alguno, debió construirse a principios del siglo XVII y parece indudable que dicha construcción fué debida a la Comunidad de PP. Franciscanos o al menos a la iniciativa de la misma.

No es fácil fijar con exactitud la fecha de cualquier hecho histórico cuando nos faltan los datos documentales en que apoyarlos, pero por deducción de otros hechos puede fijarse casi con toda exactitud la fecha en que fué erigido nuestro Calvario o Vía Crucis, dándose a conocer a la vez su origen franciscano, según puede deducirse de los datos siguientes:

Esta devota práctica cristiana fué dada a conocer en Murcia por el Provincial de los Franciscanos, P. Alonso de VARGAS, quien la halló implantada en Bélgica, fijando en el año 1600 las Estaciones del Vía Crucis en torno al Convento de Santa Catalina del Monte y en otros lugares de su provincia, mereciendo especial atención para nuestro asunto, el de Alcantarilla, en la proximidad del Convento de Franciscanos de San Diego, del año 1683, y el que cuatro años después fundaron los Franciscanos de Murcia sobre el Malecón a la vera del Segura, deduciéndose de todo lo dicho la certeza del origen Franciscano de nuestro Calvario, si bien, erigido con anterioridad a los de Alcantarilla y Murcia.

Para hallar la fecha aproximada de nuestro Via Crucis, contamos con el testimonio de un dato elocuente y me refiero a la firma del magnífico lienzo que existía en la Ermita principal del Calvario y que representaba a Cristo Nuestro Señor clavado en la Cruz, entre los dos ladrones y al pie la Santísima Virgen con San Juan y la Magdalena Este lienzo, cuyas figuras eran de tamaño natural, tenían un gran valor artístico, y se debe, según la firma que se leía en el mismo, al célebre pintor Pedro Orrente, natural de Montealegre, contemporáneo del Greco, con quien le unía estrecha amistad. De los seis cuadros que el pintor Pedro ORRENTE tiene en el Museo del Prado, figura uno igual al que teníamos en el Calvario pero en tamaño más pequeño

Este gran pintor nació en la segunda mitad del siglo XVI y murió en Toledo el año 1644.

Por los años 1609 al 1613 regresó a Murcia después de una larga estancia en Toledo y los Franciscanos del Convento de la Purísima le encargaron las cuatro historias de la vida de la Virgen, que representaban: El nacimiento de Jesús, la Anunciación, la Adoración de los Magos y la Asunción.

Conocidos estos datos, es lógico pensar que estando en Murcia el célebre pintor ORRENTE ejecutando una obra para el Convento de la Purísima, los Franciscanos de Hellín aprovechando la estancia de tan célebre pintor en Murcia, le encargaran el famoso cuadro que figuraba en el Calvario.

En cuanto a la fecha, queda suficientemente demostrado que nuestro Calvario fué erigido en la primera mitad del siglo XVII, y en cuanto a su origen, parece indudable que fué Franciscano.

Igualmente corrobora la devoción de los Franciscanos por el Calvario, el hecho de que por la antigua Comunidad se celebraban cuatro sermones vespertinos sobre la Muerte, Juicio, Infierno y Gloria en los cuatro domingos anteriores al Carnaval, como preparación de la Cuaresma; terminado cada sermón se organizaba una procesión del Vía Crucis al Calvario, por toda la Comunidad y fieles.

II

Procesión de/ Jueves Santo y origen de los tambores

Esta procesión, llamada de los Azotes, se celebraba el Jueves Santo por la tarde, y su origen se remonta a la mitad del siglo XVIII, es decir, hacia el año 1750, fecha en que el gran imaginero murciano, don Francisco SALCILLO hizo el grupo escultórico de que tanto nos enorgullecíamos según opinión del historiador murciano, Sr. BAQUERO ALMANSA.

La procesión era organizada por la Cofradía de su nombre, la cual estaba establecida en la Ermita de San Sebastián. Ermita ésta que estaba situada al final de la calle del Arrabal, siendo demolida en el año 1823, por encontrarse en estado ruinoso, y por esta causa el paso de los Azotes fué trasladado a la Ermita de Nuestra Señora del Rosario.

Al establecerse esta nueva procesión formaron una sección de tambores que marchaban a la cabeza de la misma con tanta aceptación por parte del pueblo, que fué aumentando el número de ellos, y a los pocos años ya eran multitud, como ha llegado hasta nuestros días.

Ya, en lo sucesivo, tanto en esta Procesión como en la del Viernes Santo por la mañana, se congregaban todos los tambores en la Ermita del Rosario y salían formados en dos filas ordenadas delante de las procesiones, sin que jamás se vieran esos espectáculos carnavalescos que hemos llegado a ver nosotros en nuestros días.

De esta forma tan sencilla y tan natural, empezó el origen de los tambores en nuestras procesiones de Semana Santa, no opinando el que suscribe de la misma forma que un ilustre escritor hellinero que remonta su origen a la dad Media.

III

El antiguo monumento de la Iglesia Parroquial de Sarta María
de la Asunción

Este artístico y majestuoso monumento de perspectiva, desaparecido durante la guerra civil, como des apareció para siempre la gran riqueza artística que se conservaba en nuestra Iglesias, fruto de limosnas y donaciones durante cuatro siglos.

Se construyó dicho monumento el año 1820 por dos hábiles artistas toledanos, siendo cura párroco, don Antonio José MONTOYA; el importe de su construcción fué de 13.523 reales, contribuyendo la fábrica de la Iglesia con 6.523 reales y los 7.000 restantes los abonaron por separado los hermanos de la desaparecida Cofradía del Santísimo a la cual pertenecían las principales personas de la villa.

Nos contaba en nuestra lejana juventud, un anciano, que uno de 106 dos artistas toledanos era muy malgastador y conforme cobraba su trabajo empleaba el dinero en sus gustos y caprichos y en cambio el otro, de espíritu ahorrativo conservó íntegramente el importe de sus honorarios... hasta que, emprendido el viaje de regreso a pie, cerca ya de la imperial ciudad, fueron asaltados nuestros artistas por unos bandoleros que se llevaron 106 ahorros del buen artista... llegando, por tanto, los dos, con la misma cantidad...

Para reservar a Jesús Sacramentado en el Sagrario del Monumento se usaba un rico Cáliz del siglo XVI, que era la joya más preciada de la Iglesia y sólo se usaba en este día; era de plata y oro cincelado y al pie del mismo tenía una inscripción que decía así: "NUÑEZ 1568 As.- MANDO HACER ESTE CÁLIZ FRANCISCO RUIZ DE LA PEÑA, SIENDO MAYORDOMO A. O."

Como se recordará por muchas personas, en el acto de colocar el Sacramento en el Sagrario, y por la orquesta de la Capilla que de antemano se colocaba detrás de los telones del Monumento, se tocaba un magnifico y sentido Motete que emocionaba a todos los fieles, siendo el autor del mismo el antiguo maestro de capilla D. José GARCIA ZAMORA que lo compuso en el año 1748.

También se usaba en la Iglesia, tanto para la Misa como para las ceremonias del Monumento, el mejor terno blanco; dicho terno fué adquirido en Ta ledo por la fábrica de la Iglesia en el año 1797, según constaba en el libro de cuentas y que decía asi: «2.404 reales, 25 maravedis importe de un terno muy precioso de tisú doble campo de plata, y orcado de oro, que he pagado a D. Angel Gregorio, Director de la Fábrica Real de telas de Oro y Plata de la Ciudad de Toledo,

IV

Procesiones del Viernes Santo

La procesión del Viernes Santo por la mañana. como es lógico suponer, se estableció inmediatamente después de erigido el Calvario, o sea en la primera mitad del siglo XVII.

Esta procesión se celebraba en esa época en forma muy sencilla y diferente a la que nosotros hemos conocido. La subida al Calvario se hacía con la Santa Cruz, Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores, y llegada que era la procesión al Calvario, se quedaba allí la imagen de Jesús Nazareno y en su lugar se regresaba con el Cristo Crucificado.

Esta imagen del Crucificado es la que existía en la Iglesia Parroquial y se conservaba en la Sacristía, y era conocida con el nombre del Cristo de la Sangre, y tal vez esta hermosa imagen fuera la titular de una Cofradía que ya existía en el año 1597 con el nombre de la «Sangre de Cristo" según prueba documental de un testamento de dicho año.

En esta época las procesiones del Viernes Santo por la mañana, como la que después se celebraba el Jueves Santo por la tarde, eran una verdadera penitencia, formando el acompañamiento dos largas filas de penitentes vestidos con túnicas toscas, desnudos los pies y piernas con el capuz caído, corona de espinas en la cabeza y cargados con cruces de varios tamaños, algunas muy pesadas y otros añadiendo a aquél, el peso de gruesas cadenas enroscadas en la cruz o pendientes de la cintura.

La Santa Escuela de Cristo establecida en la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, disponía de 350 cruces de varios tamaños que las cedían a los penitentes -conservo la lista con los nombres y domicilios de los 350 penitentes- mediante una pequeña limosna para que acompañaran a la imagen de Jesús Nazareno, y en el Convento de San Francisco facilitaban en la misma forma las cruces para los penitentes que acompañaban a la Virgen de los Dolores, disponiendo además muchos particulares de cruces de su propiedad.

V

Ceremonia del desenclavamiento procesión del Santo
Entierro de Cristo

Esta emocionante ceremonia y procesión son tan antiguas como la procesión del Viernes Santo antes descrita, pues si bien 106 datos documentales que poseo son de principios del siglo XVIII, también se manifiesta que tanto el desenclavamiento como la procesión, eran de inmemorial costumbre.

Esta ceremonia y procesión constituían los actos más hermosos de nuestra antigua Semana Santa, sobre todo, en la ceremonia del desenclavamiento, que era una especie de auto, representándose en todo lo posible esta escena de la muerte de nuestro Señor.

Tanto la ceremonia del desenclavamiento, como la procesión del Entierro de Cristo eran organizadas y costeadas por la insigne Cofradía de Nuestra Señora del Rosario.

El acto del desenclavamiento tenía lugar en la Iglesia Parroquial, a las cuatro de la tarde del Viernes Santo en la forma siguiente: Se tenía preparado un teatro altar, en el cual se colocaba la Imagen de Nuestro Señor Crucificado, dos Sacerdote s provistos de escaleras procedían a desenclavar el Cuerpo de Nuestro Señor, y seguidamente de envolver el sagrado Cuerpo en un sudario, lo colocaban en el sepulcro

Terminada esta conmovedora ceremonia, se predicaba el sermón de Soledad y seguidamente se organizaba la procesión del Santo Entierro de Cristo, figurando a la cabeza de la misma la Santa Cruz, propiedad de la Cofradía, a la que seguían las imágenes de Jesús en el Sepulcro y la Virgen de la Soledad, acompañadas por doce cofrades con hachas encendidas y dos con la Santa Cruz y un piquete de soldados daban escolta a la procesión Seguían acompañando en la procesión la Comunidad de Religiosos observantes de Nuestro Padre San Francisco, el Clero Parroquial, Autoridades y la música de la Capilla.

Puesta en marcha la Procesión se dirigía por la Plaza Real, Arrabal de San Sebastián, calle de las Guardas y Alfarerías hasta llegar al Calvario, y después de simular el enterramiento de Nuestro Señor, regresaba la procesión con la Santa Cruz y la Imagen de la Virgen por el camino de las Columnas a la Parroquia.

Para esta ceremonia y procesión, contribuía la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, con 6 ducados, cuatro para el clero Parroquial y dos para la Comunidad de P. P. Franciscanos, además de cuarenta y cinco reales al predicador y una gratificación a los soldados para refrescar, asistiendo gratis la música de la Capilla.

Para contribuir a los gastos de esta ceremonia y procesión, la Cofradía recogía limosna en la puerta de la Parroquia 106 dias de Jueves y Vier. nes Santo.

VI

Las procesiones en el siglo XIX

Hasta el primer tercio del siglo XIX, las solemnidades y procesiones se vinieron celebrando con poca variación y en la misma forma que dejamos descrita anteriormente, pero al llegar a esta época tuvieron una gran transformación.

Entre los años 1831 y 1855, siendo Cura Párrocos D. José Ruiz Sanchez, a iniciativa suya se aumentaron los pasos e imágenes de La Samaritana, Negación de San Pedro, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Cristo de la Agonía Santa Maria Magdalena y la Verónica, todas ellas del escultor murciano D. Mariano BAGLIETO, adquiriéndose también los pasos de la Caída y el Balcón de Pilatos, siendo esta última obra del escultor murciano D. Pedro FRANCO, e ignorándose el autor del primero. Y estando el Párroco D. Diego IBAÑIBAÑEZ en el año 1867, se adquirió la Oración del Huerto, del escultor D. Felipe FARINOS, de Valencia.

Los ingresos principales para ir adquiriendo nuevos pasos e imágenes eran de las pujas que se celebraban el Domingo de Ramos en el atrio de la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, que daban lugar a pintorescas escenas; y de las limosnas que se recogían en las procesiones por dos señores de lo principal del pueblo que formaban a la cabeza de las mismas portando valiosas bandejas ele plata Con estos ingresos también se costearon los retablos donde estaban colocados en la Ermita del Rosario dichos pasos e imágenes

En este año de 1881 siendo Cura ecónomo D. Norberto JIMENEZ PAGAN, las procesiones sufren una radical transformación al crearse las Hermandades, suprimiéndose las pujas, y por lo tanto desapareciendo las históricas procesiones de penitencia que hasta entonces se habían venido celebrando.

Durante algunos años, y ya creadas las Hermandades, los penitentes formaban con la Santa Cruz a la cabeza de la Procesión, debilitándose esta costumbre de año en año, hasta su completa extinción

También con motivo de la constitución de las Hermandades, se fueron adquiriendo por cuenta de éstas los artísticos tronos de las imágenes.

Con respecto a los tambores he de hacer constar que, además de tocarse en las dos procesiones del Jueves y Viernes Santo, se tocaban también en la tarde del miércoles hasta el año 1859, en que siendo Alcalde D. Francisco de PAULA VALCARCEL suprimió los tambores y procesión del Jueves Santo, no permitiendo que salieran nada más que el Miércoles en la procesión de la tarde y el Viernes a la hora de la salida de la procesión del Calvario, quedando de esta fecha trasladada al Miércoles la procesión del Jueves, por lo que adquirió este día la majestuosa religiosidad que le corresponde.

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