martes, 15 de febrero de 2011

Macanaz y su propuesta de reforma del Santo Oficio de 1714 2ª Parte

El Rey Carlos II


He aquí la segunda parte del escrito que os sigo trancribiendo













"La decidida voluntad de Felipe V de conseguir un efectivo control
sobre el Santo Oficio, sometiéndolo al poder absoluto de la Corona, imponiendo
su autoridad de modo radical sobre el Inquisidor general lo que resultaba imprescindible en un instituto tan jerarquizado y centralizado,quedó claramente de manifiesto cuando el 3 de noviembre de 1704 ordenó que el dominico Fr. Froilán Díaz, que había sido confesor
del difunto Carlos II, fuese liberado de la prisión inquisitorial que sufría.
De acuerdo con el mandato real, que decidió asimismo que el Consejo de la Suprema, y no el Inquisidor general, debía examinar los autos de su causa, el 17 de noviembre aquél consultó, conformándose el monarca con el dictamen, que el antiguo confesor fuese restituido al ejercicio de su plaza de consejero-inquisidor, con todos los gajes, honores y preeminencias
anejas. Se ponía fin, de esta forma, al último intento de un Inquisidor general de imponer su supremacía sobre los consejeros de la Suprema 2, De este caso que, como tendremos ocasión de comprobar, Macanaz explotará con reiteración en sus escritos pro domo sua, nos interesa destacar.
sin embargo, la autoridad temporal superior que el monarca español no dudó en imponer sobre el Santo Oficio y, especialmente, sobre su general, y la defensa de las regalías de la Corona que tal actitud significó y supuso.
En abril de 1698 Carlos II, por influencia del cardenal-arzobispo de Toledo, Luis Manuel Fernández de Portocarrero y Guzmán, que dirigía la facción francófila de la Corte, había sustituido en el confesionario regio al dominico Pedro Matilla, más próximo a los austrófilos que capitaneaba su segunda esposa, la reina María Ana de Neoburgo, por otro miembro
de la Orden de Predicadores, Pr Froilán Diaz, catedrático de teología de la Universidad de Alcalá.¡A juicio de algunos, el elegido era «hombre simple y sincero, cuya vida había transcurrido en conventos y colegios, y que nada sabía de intrigas ni política». En poco tiempo pudo confirmarse el acierto de esta estimación, así como la torpeza y escasas dotes diplomáticas
desplegadas por el nuevo confesor real. En una Corte en la que se intrigaba y luchaba despiadadamente por conseguir que el débil Carlos 11 nombrase heredero de la Corona de España a Felipe de Anjou o al archiduque Carlos de Habsburgo, muy pronto comenzaron las conjuras para derribar al titular de un empleo tan influyente y próximo al monarca.
Inconsciente y torpemente, el P. Froilán Díaz contribuyó a debilitar su posición
fomentando las discordias dentro de su propia Orden, hasta el punto de resultar elegido en capítulo como provincial de los dominicos uno de sus más enconados enemigos, Fr. Nicolás de Torres Palmosa, quien en su momento propiciaría su caída y desgracia.
La salud del rey, mientras tanto, empeoró notablemente, sus convulsiones y desmayos se hicieron cada vez más frecuentes y graves, lo que, unido a la falta de descendencia, extendió la opinión generalizada de queestaba hechizado. El Inquisidor general Diego Sarmiento de Valladares, consejero de Estado y presidente del Consejo de Castilla, había presentado
tiempo atrás tal cuestión a examen de la Suprema, que había debatido sobre ella sin llegar a adoptar ninguna decisión. El 29 de enero de 1695 falleció Sarmiento de Valladares, sucediéndole el general de la Orden de Santo Domingo y arzobispo de Valencia, Juan Tomás de Rocaberti y
Rocafulí. En enero de 1698, Carlos II consultó en secreto a Rocaberti acerca de los rumores que atribuían su debilidad a brujería, pidiéndole que investigase el asunto y procurase remedio. De común acuerdo, Portocarrero, Rocaberti y Froilán Díaz convinieron en que el monarca debía
ser exorcizado, según los ritos eclesiásticos, para destruir el hechizo. Carlos II condescendió, y el confesor real ejerció de exorcista en varias ocasiones.
Se extendió cl rumor de lo que acontecía en palacio, y el P. Díaz llegó a saber que otro fraile dominico, antiguo condiscípulo suyo, Antonio Alvarez de Arguelles, exorcizaba en Asturias, en el convento de monjas de Cangas de Tineo, a varias que aseguraban estar poseídas por el demonio.
Froilán Díaz sugirió que resultaba preciso obligar a los demonios de Cangas a revelar las causas de la enfermedad del rey y, con el apoyo directo y expreso del Inquisidor general Rocaberti, encargó a Arguelles que obtuviese de ellos, por medio de conjuros eclesiásticos, la declaración
de si era cierto o no que Carlos II estaba hechizado, así como los remedios
que resultarían eficaces para romper el encantamiento ~.
Durante un año, el destino de la monarquía, en crítica situación política y económica, aparece patética, esperpénticamente enlazado más aún si cabe que durante los anteriores años del reinado con la enfermiza debilidad física y mental del que estaba llamado en primer lugar a dirigirla y salvaguardaría. Los conjuros y exorcismos se llevaban a cabo, unas veces en casa del ministro inferior del Santo Oficio José del Olmo, otras en la sacristía del convento de Atocha, en la cámara del rey en el Alcázar, o en el palacio del Buen Retiro 1 Este estado de cosas se prolongó
hasta el fallecimiento de Rocaberti. acaecido el 19 dc junio de 169S. Carlos II designó como sucesor en el generalato del Santo Oficio al cardenal y consejero de Estado Alonso Fernández de Córdoba y Aguilar, quien murió el 19 de septiembre de 1699, el mismo día en que llegaba a España el breve pontificio confiriéndole la misión canónica .Para entonces, el monarca se hallaba tan débil que la reina María Ana de Neoburgo, resentida de su forzada separación y deseosa de apartar de la influencia de su esposo a la facción francesa, a instancias del duque de Pastrana, consiguió la designación como Inquisidor general del obispo de Segovia, Baltasar de Mendoza y Sandoval ‘¾partidario del archiduque Carlos. El 31 de octubre de 1699, Inocencio XII expidió los dos breves, de nombramiento y de dispensa de la obligación de residir en su Obispado por un
período de tres años, tomando posesión de su empleo Baltasar de Mendoza el 3 de diciembre del mismo año.
Muerto Rocaberti, se trataba de eliminar a Froilán Díaz, separándole del confesionario. Mendoza convenció a Carlos II de que debía despedir al E Díaz, lo que así hizo el monarca, no sin antes acceder a su elección como obispo de Avila. El nuevo Inquisidor general, sin embargo,
evitó que se le expidieran en Roma los indispensables breves de nombramiento, y el electo nunca llegó a ocupar su mitra. No fue éste el principal contratiempo que sufrió el P. Diaz. Mendoza inició contra él un proceso inquisitorial como sospechoso de herejía, por supersticioso y reo de doctrina
condenada por la Iglesia, pues había dado crédito a los demonios, sirviéndose de ellos para descubrir cosas ocultas. Froilán Díaz fue interrogado, pero rehusó contestar sin permiso del rey, bajo cuyas órdenes, y en especial la de mantener el secreto, había actuado. Mientras tanto, su
enemigo dentro de la Orden, el provincial Nicolás de Torres Palmosa, fue nombrado confesor regio. Al poco tiempo, en uso de su autoridad, consiguió que el P. Arguelles, desde Cangas de Tinco, le entregase las cartas que durante los meses anteriores le había remitido Froilán Díaz, con las que pudo acusarle ante la Suprema en nombre de la Orden.
El Inquisidor general hizo que declarasen testigos, que fuesen examinadas las cartas e interrogado de nuevo el antiguo confesor de Carlos II. Froilán Díaz admitió únicamente que había actuado obedeciendo órdenes de Rocaberti, atendiendo la petición apremiante del monarca, y siguiendo en todo la doctrina de Santo Tomás de Aquino y otros doctores, que sostenían la licitud de inquirir a los demonios en utilidad de terceras personas, dado que la divina providencia les podía compeler a decir la verdad • Pese a todo, Mendoza dispuso que cinco teólogos de su confianza, presididos por un consejero de la Inquisición, Juan Bautista Arzeamendí, ante el secretario de dicho Consejo, Domingo de la Cantolla, examinasen la causa. Todos dictaminaron unánimemente el 23 de junio de 1700 que no había motivo suficiente para proceder contra el reo, dado que no existía en el sumario proposición ni hecho que mereciese nota teológica.
Pese a este revés, el Inquisidor general llevó la causa a la Suprema proponiendo decreto de prisión contra cl R Díaz. Los consejeros se negaron a aceptarlo por considerarlo contrario a la justicia y leyes del Santo Oficio, conforme al dictamen expresado por los cinco calificadores . El
8 de julio, Mendoza remitió un auto al Consejo dc la Suprema para su ejecución, ordenando prender a Froilán Díaz y encarcelarle. Los consejeros de nuevo se negaron unánimemente, representando que «no podia rubricar y firmar lo que no havian votado todos, o la mayor parte» de ellos.


Ese mismo día, Mendoza ordenó a los tres consejeros de mayor antigliedad (Juan Antonio Zambrana, Juan Bautista Arzeamendi y Juan Miguéez) que permaneciesen en su domicilio como arresto, mandando al tribun al de distrito de la Corte que procesase al secretario de la Suprema que se había negado a refrendar el auto. Los tres consejeros-inquisidores fueron
jubilados con la mitad del sueldo, y uno de ellos, Miguélez, detenido y recluido en el colegio de la Compañía de Jesús en Santiago de Compostela .Mendoza les acusaba de «temerarios, infieles, desobedientes, desatentos, tenazes en sus dictamenes, é incapazes de servir la ocupaclon El El secretario, por su parte, fue desterrado de la Corte, En vista de la situación y del peligro que corría, Froilán Díaz obedeció en un primer momento la orden de Mendoza de recluirse en el convento de dominicos de Valladolid, pero después huyó a Roma. El Inquisidor general, con el auxilio del nuevo confesor regio, convenció a Carlos II de que este hecho suponía una ofensa a las regalías y prerrogativas de la Corona, pues estaba prohibido todo recurso al Papa contra la Inquisidores demostraba la justicia y gravedad de las causas que le habían impulsado
a solicitárselo.

1 comentario:

CAROLVS II, HISPANIARVM ET INDIARVM REX dijo...

Macanaz fue uno de los grandes ideólogos del absolutismo borbónico de comienzos del reinado de Felipe V. Este absolutismo tuvo uno de sus más claros reflejos en el regalismo o supremacía de la Corona sobre la Iglesia, exportado de la corte de Luis XIV. Fue precisamente este regalismo el que llevó a la ruptura con el Papado (ruptura que duró hasta el Concordato firmado en tiempos de Fernando VI), ruptura que tuvo como consecuencia el reconomiento por parte del Papa del archiduque Carlos (Carlos III de Austria) como Rey de España en 1709. Lo cierto es que este regalismo ya exustía desde tiempos de los primeros Austria, pero siempre existió una cierta connivencia por ambas partes que llevo a que se pusiesen de acuerdo, sin embargo, Macanaz radicalizó todo (recordemos que éste fue el personaje que con mayor fuerza implantó la Nueva Planta en el Reino de Valencia)...otro enfrentamiento de Felipe V con el Papado y la Iglesia fue por el tema de la investidura del Reino de Nápoles a la que el papa Clemente XI se negaba (recordemos que el Reino de Nápoles era feudo papal)...la historia de Froilán Díaz es muy interesante y confusa, la mejor obra para conocerla es la de la profesora Mar Rey Bueno.

Excelente blog, te invito a pasarte por el mío dedicado íntegramente al reinado de Carlos II.

Un saludo.