jueves, 25 de marzo de 2010

Artículo homenaje a Justo Millán en la Revista Macanaz


Como siémpre mirando ó buceado entre mí archivo, vi un artículo, que aparecía en la revista literaria Macanaz encocreto en el núm 2.

Este escrito estaba realizado por Josefina Martínez de Serrano ,hoy se lo reproducimos para que ustedes le echen un vistazo, un unico adelanto es que habla de nuestro paisano Justo Millán



D o n J u s t o M i l l á n, Arquitecto en París

por Josefina MARTINEZ de SERRANO

La personalidad de Don Justo MILLAN, Arquitecto hellinero de la centuria pasada, merece y viene exigiendo un recuerdo hecho estudio completo de su vida y su obra ejemplar.
La Revista MACANAZ desea marcar el primer hito en esta empresa, y da comienzo dando a conocer gracias a la cooperación de sus herederos, y en especial, de D. Justo TALAVERA MILLAN, un aspecto inédito para muchos e interesante para todos, de la actividad de nuestro coterráneo allende la frontera
En I889 se celebró en París una Exposición Internacional. Los propósitos y la riqueza de preparativos, presagiaban una gran concurrencia de extranjeros, especialmente americanos, que darían realce a la Exposición, y, que la Ciudad disfrutaría de unos días de extraordinaria prodigalidad en festejos, con un público ansioso de diversiones y de gastar en el viejo París. Animados por esta futura realidad, ocasión según parecía de un buen negocio, dos sociedades proyectaron la construcción de dos plazas de toros, para lo que solicitaron y obtuvieron el permiso de las autoridades. De los resultados y los azares de la empresa, son expresivas las noticias que a continuación damos.
Una vez resuelto el trámite burocrático de la autorización para celebrar corridas de toros, dos sociedades se dispusieron a competir en el negocio. Una se poso bajo la dirección de un arquitecto francés para la ejecución de la plaza, y la otra, al querer hacerla puramente española, «pensó seguidamente en don Justo MILLAN".
En la carta firmada en París el 7 de abril de I889 en nombre de Hernando y C.', se le formula el encargo en los siguientes términos: «He indicado que nadie como Vd. para encargarle de su construcción y todos han convenido conmigo en esto. Tiene Vd. los planos de la construida en esa población (MURCIA); le sobra actividad para hacer la cosa en menos tiempo que nadie; tiene como nadie también conciencia del trabajo y haría Vd. Ia plaza en la mitad del tiempo que el arquitecto francés, resultando muy superior a la que éste hiciere. He dicho que la cabida podría ser de 18 a 20 mil entradas, como la que ha hecho Vd. en MURCIA. Respecto a proposiciones, lo dejaríamos a su discreción, teniendo en cuenta que en último término de lo que se trata aquí es de dejar el pabellón bien dispuesto y hacer más negocio que los otros. Vaya Vd. pensando en el asunto, para si, como creo se arregla, pues no habrá tiempo que perder y será preciso que en el momento que se haya convenido todo se venga Vd. para empezar los tra bajos".
No defraudó don Justo la confianza puesta en él, tan cálidamente expresada en la carta anterior. Aceptada la dirección y proyecto de la plaza, dió cima a su obra en veintiocho días: del 28 de mayo al 24 de junio, y quedó emplazada en la calle de la Federación, proximidades de la Torre Eiffel.
Pundonoroso en cumplir la tarea encomendada, fué también meticuloso y austero en cuanto a la parte económica se refería. Como dato curioso entre los que conservan sus herederos anotemos los gastos y viajes devengados durante la estancia en París del arquitecto: Viaje de ida 265 pesetas. Cuenta del Hotel Central, 56 Rue Lafayette, desde el día 28 de abril al I5 de junio, 558,45. Viaje de regreso, 265. Treinta comidas fuera de la fonda, 180, y sesenta viajes de carruaje, 600. Total 1.868, 45. ¡Menguada suma, es cierto, apreciada en la perspectiva de 63 años transcurridos!
Terminado el coso, de madera, cuya fotografía publicamos, don Justo MILLAN volvió a la Patria. Pero desde aquí, con el cariño con que el artista vela por su obra, criatura suya, continuó pidiendo y recibiendo noticias del intento francés. El I7 de julio de I889 se le escribe - en papel cuyo timbre reza «Plaza de Toros de l'Exposition 18 a 26 Rue de la Federatión. Entreprise Hernando y Cie. - «que el señor Hernando marchó de ésta dejando solo a don Leoncio. Este se ha propuesto llevar adelante el negocio y después de una supresión de doce días, ayer se dió corrida con una regular entrada».
Y el 2 de agosto, se le detalla más: «Las fotografías de la plaza obra. bao ya en poder de Leoncio..., y a la primera ocasión se le mandarán. Anoche salió don Leoncio de ésta a comprar treinta y seis toros, este jueves no hemos tenido curtida por falta de éstos y no sé si el domingopodremos dar una con seis toros que nos quedan, ya corridos, tratamos de ello, pero todavía no se han zanjado las dificultades de la gente de coleta. La plaza del Duque no se inaugurará lo menos hasta el 20 de este mes. Su distribución no me llena, los palcos están a la terminación del graderío y en el segundo hay una grada con una pendiente tan descomunal que da miedo solamente el verla; en conjunto resulta triste y de aspecto poco agradable, trato de conseguir alguna fotografía, si la recojo, le mandaré las que pueda".
Descrita en términos tan poco estimables la otra plaza, única en hacer competencia, cabría presumir que la de la Sociedad Hernando y Cía. co. sachara los triunfos de la Exposición. Pero el resultado económico de las corridas no fué lo bueno que se pensaba, la Sociedad se deshizo, y a los tres meses y medio de la inauguración llegaron a manos de don Justo Millán, desde París, las siguientes noticias: «Todavía sigo en ésta deshaciendo lo que tanto dinero y sacrificios ha costado. El negocio no puede haber sido más desastroso bajo todos puntos de vista. Explica a continuación las gestiones de un individuo de Argelia dispuesto a comprar la plaza para transportarla a aquel lugar, y al que se le disuadió de su empeño, dándole el nombre y dirección de don Justo para que pudiera dirigir una nueva y concluye la carta con este final desolador: «La plaza IB están deshaciendo y la madera toda, a excepción de las piezas grandes y tablones, la venden como leña y se la disputan las gentes".
El epílogo de la empresa del ilustre hellinero en tierra francesa lo constituyen las dos cartas que reproducimos íntegras: «Madrid 1 de febrero de 1890. -Mi querido amigo Millán: Ya me parece tiempo de dar a usted cuenta de mi persona al cabo de siete meses que tuve el sentimiento de separarme de usted y la osadía de ofrecerle, para no cumplirle, noticias del desventurado asunto de París. Para mí no han cesado los disgustos desde entonces ni se puede predecir cuando cesarán o si durarán siempre. Estoy aquí hace dos meses para obligar judicialmente a los infelices Tobar y Hernando a que liquiden, y tengo alguna esperanza de que los Tribunales decidan pronto en este sentido la cuestión. Ha sido mi pensamiento desde que me quedé sólo en París muy pocos días después de venirse usted reconocer todos los compromisos y obligaciones contraídas por la Sociedad, porque, sin género de dada tenemos individual y colectivamente los tres socios este deber, pero con lo que a usted se refiere mi interés es mucho mayor porque la buena amistad con que me honra le hizo prescindir de formalidades que en otro caso usted hubiera exigido. Sin embargo yo he de declarar siempre que la Sociedad Hernando y Cía. se comprometió a pagar a usted por sus trabajos como arquitecto para la construcción de la plaza en París, la cantidad de quince mil pesetas, de las cuales solamente le he entregado mil por medio de mi hermano y siete mil en una letra que por orden de usted remití al director de esa sucursal del Banco de España. Ahora bien, yo le agradeceré que se sirva enviarme un recibo de las ocho mil pesetas para los efectos de mi liquidación y decirme a la vez en qué términos quiere reclamar las siete mil restantes. Si a usted le parece bien enviarme asimismo recibo de estas siete mil yo las incluiré en mis gastos y al percibirlas en totalidad o en parte según el convenio que se haga pondré a su disposición la cantidad que le corresponde. Le digo esto porque como al abandonar el negocio Hernando, escapándose de París, se había agotado según afirman mis consocios todo el capital social y yo tuve que suplir en París las considerables pérdidas que se experimentaron en las diez corridas siguientes, estoy sosteniendo la necesidad del aumento de capital social hasta cubrir el déficit que resulte saldando las cuentas con los acreedores que la Sociedad tiene hoy o por lo menos convenir con ellos en la parte que debe pagárseles. Decida lo que mejor le parezca y disponga como quiera de su buen amigo Leoncio Rodríguez».
A los cinco días de escrita ésta, contesta don Justo Millán una carta sin reticencias, modelo de amistad y de justo equilibrio: «Murcia, 6 de febrero de 1890.- Mi estimado amigo Rodríguez: Al recibo de la suya del 1.° me hallaba en Cartagena por lo que antes no he contestado, quedo enterado de la suya y mi silencio le habrá confirmado a usted nuestra amistad, doliéndome siempre el fracaso de su empresa y si usted ahora no me habla de ello yo no le hubiese recordado nada, porque estaba seguro de que usted pondría los medios para que cobrase lo que tratamos y quedó convenido, aunque es remuneración muy mermada, pues de haber salido bien el asunto ya hubiese sido otra cosa, como usted me prometió, pero confío en que no he de perder nada y cobraré lo que resta. Adjunto es el recibo de las 8.ooo pesetas que por usted he recibido y esta carta puede servir de petición a las 7.coo restantes más 368,45 que restan también sobre I.500 que en dos veces me entregó don Juan Olivar, en París, para pago de viajes y gastos, por la tanto es en deber la Sociedad 7.368,45, que si fuera necesario pondría en cuenta aparte, pero creo que esta carta lo suplirá. Deseo que nos veamos y en el interin queda suyo afectísimo amigo Justo Millán*.
Con la ilusión de haber dado el primer paso en el homenaje de un hellinero merecedor de público recuerdo, terminamos estas líneas. Don JUSTO MILLAN, persona tan diferenciada por sus cualidades humanas, su valer profesional y su gran amor al viejo HELLIN, bien justifica que la familia y el pueblo contribuyan a que sea posible un verdadero estudio biográfico de su vida y de su obra. Al Ayuntamiento brindamos la iniciativa de que se otorgue y se rotule con el nombre de don Justo Millán, Arquitecto, una de las nuevas calles del Hellín que cada día trabaja por conquistar el auténtico título de Ciudad moderna, de esa Ciudad para la que don Justo hubiera trazado sus mejores planos.

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